Cuando el 1 de abril-mayo de 1990 un policía se detuvo para investigar un camión que estaba estacionado en la Interestatal 10 de la ciudad de Casa Grande, Ari7zona, jamás pensó que lo que iba a encontrar en su interior era lo más parecido a una casa de los horrores. El sonido que salía de su interior era indescriptible.
En el año 1985, el cuerpo de una mujer joven apareció en un contenedor de basura en algún lugar cerca de Pensilvania. La mujer que encontró el cuerpo comenzó a gritar. Un hombre de un restaurante cercano salió corriendo y comenzó a gritar también, aunque en este caso para que todos se mantuvieran alejados mientras una pequeña multitud se reunía alrededor del contenedor bajo la lluvia. Al cabo de un rato se filtró la noticia: la niña muerta era una autoestopista adolescente.
Unos meses después, una adolescente, también autoestopista, y conocedora de la historia de la chica del contenedor (y del rumor de un asesino en serie suelto), comienza a darse cuenta del peligro que corría. Vanessa Veselka se había escapado de su casa en Nueva York con su novio de 21 años. Sin embargo, unos días después se separaron, y la joven se quedó sola con prácticamente nada de dinero.n una parada de camiones hacia el sur por la I-95 a través de las Carolinas, la joven fue recogida por un camionero, un tipo alto y delgado que no usaba vaqueros como el resto de los camioneros con los que había estado.
Tampoco llevaba camiseta. Aquel hombre llevaba una camisa de algodón con las mangas enrolladas perfectamente para que fueran visibles sus bíceps. El tipo tenía la cabina más limpia que la mujer había visto, y aquello ya era muy raro. Una vez en el interior y ya en marcha, el hombre cambió su amabilidad. Dejó de responder a las preguntas de la joven. Su actitud dio un vuelco, se hizo más alto en su asiento, y los músculos de su rostro se tensaron con una pose arrogante.
Cuando llevaban un buen rato en silencio, el tipo comenzó a hablar sobre la niña muerta en el contenedor de basura. Unos minutos más tarde, colocó la camioneta en el arcén de la carretera junto a un bosque, sacó un cuchillo de caza y le dijo a la joven que se metiera en la parte trasera del vehículo. La chica empezó a hablar de forma nerviosa, diciendo las mismas cosas una y otra vez, cualquier cosa, lo que sea menos estar callada.
Luego, cuando se dio cuenta de la situación, le dijo al camionero que sabía que él no quería hacerlo, y que todavía tenía una elección. Sollozando, la mujer se derrumbó mientras el rostro impasible de aquel hombre la miraba fijamente sin decir una sola palabra. La chica le juró que no iría a la policía si no le ocurría nada. El hombre la miró a los ojos y la mujer se quedó petrificada.
Finalmente, el tipo dijo un sola palabra: “corre”. Sin mirar atrás, la mujer corrió al bosque que tenía delante y se escondió durante horas hasta que vio como el camión volvía a encender las luces y salía a la carretera. Todavía en estado de shock, tardó un par de horas en volver al camino. La mujer nunca fue a la policía ni se lo contó a nadie durante años, hasta que un amigo le envió la noticia de una detención y le preguntó, “¿es este tu hombre?”.
Entonces, Veselka pudo reconocer la misma cara que la dejó petrificada aquella noche.
Al parecer, el 1 de abril de 1990, un policía se detuvo para investigar un camión que estaba estacionado cerca de la ciudad de Casa Grande, Arizona. Cuando se acercó comenzó a escuchar unos ruidos humanos. En el interior de la cabina del camión había una mujer, encadenada a la pared y gritando, con tan solo un par de zapatillas en los pies.El oficial vio que el conductor del camión, Robert Ben Rhoades, de 44 años, también estaba en el vehículo, así que rápidamente esposó al hombre de mediana edad. La mujer de 27 años había sido inmovilizada tanto por las manos como por los tobillos. Ya en la comisaría, le contó a los oficiales la terrible historia de cómo había terminado encadenada dentro del camión.
La chica había conocido a una pareja de mediana edad en una parada de camiones. El hombre había accedido a llevarla a su destino, ella no notó nada raro y aceptó. Sin embargo, se durmió poco después de subirse al vehículo, y cuando despertó descubrió que Rhoades había colocado una especie de esposas alrededor de sus muñecas y tobillos.
No sólo eso, había convertido la parte trasera de su camión en una cámara de tortura móvil, equipada con cadenas, grilletes y esposas para ayudarlo a contener a sus víctimas. Incluso tenía una brida de caballo que había colocado alrededor del cuello de la joven para inmovilizarla y controlarla. Rhoades la azotó repetidas veces, causándole heridas por todo el pecho y la espalda. La mujer recordaba que también tenía un maletín en su camioneta lleno de juguetes y herramientas que solía usar para torturar y abusar de ella.
Esa misma noche en la comisaría, la policía supo que Rhoades era natural de Texas y que se hacía llamar entre sus víctimas Whips and Chains. La investigación avanzó muy rápido. En la camioneta recuperaron el maletín lleno de juguetes sexuales y dispositivos de tortura. Dentro del mismo, los oficiales encontraron consoladores, pinzas de cocodrilo, esposas, correas y látigos, así como una especie de alfileres que había usado para perforar los pezones y genitales de las víctimas.
Entonces el FBI se hizo cargo del caso. Los federales contaron a los medios que el maletín era uno de los kits más “refinados” que habían visto en su vida, lo que los llevó a una conclusión terrorífica: Rhoades había estado torturando y abusando de muchas víctimas durante largo tiempo.
Unos días después se supo que los funcionarios registraron el apartamento del camionero. Allí descubrieron maquillaje, ropa de mujer, una toalla cubierta de sangre, revistas de esclavitud, látigos, esposas y pruebas que hicieron que los oficiales creyeran que Rhoades era incluso más peligroso de lo que habían supuesto. Unas días después, el FBI llevó a cabo una declaración oficial: Robert Ben Rhoades era un asesino en serie, además de ser un sádico sexual que disfrutaba torturando a mujeres y niñas.
Sus primeras víctimas de asesinato conocidas fueron Douglas Zyskowski, de 28 años, y su esposa, Patricia Walsh, de 24 años, una pareja que había recogido como autoestopista a finales de 1989 cerca de El Paso, Texas. Walsh y Zyskowski se habían casado hacía muy poco tiempo y habían decidido viajar desde su ciudad natal de Seattle, Washington, a Georgia.
La pareja era profundamente religiosa y tenían la intención de predicar cuando llegaron a la costa este. Sin embargo, poco después de que aceptaran viajar con Rhoades, el camionero disparó a Zyskowski y arrojó el cadáver del joven cerca de una carretera de Texas. A Walsh la mantuvo cautiva durante aproximadamente una semana, torturando y maltratándola en numerosas ocasiones antes de matarla y deshacerse de su cadáver en Utah. A la policía le tomó años identificar sus cadáveres.
Aproximadamente un mes después de matar a Patricia Walsh, el asesino recogió a Ricky Lee Jones, de 18 años, y su novia de 14 años, Regina Kay Walters. Lo hizo no muy lejos de su ciudad natal de Pasadena, Texas. Según los agentes, casi inmediatamente después de recogerlos mató a Jones y arrojó su cadáver al Mississippi.
Al igual que con Patricia Walsh, el camionero no mató a Walters de inmediato. De hecho, los federales sospecharon que la mantuvo cautiva durante al menos dos semanas, sometiéndola a todo tipo de actos de tortura y violación, antes de estrangularla con un garrote y tirar su cadáver en un granero abandonado en Illinois.
Con una diferencia respecto a Walsh. Antes de matar a la joven de 14 años, Rhoades tomó varias imágenes inquietantes de Walters que las autoridades recuperaron en su casa. Cuando registraron su apartamento una vez detenido encontraron varias fotografías, incluyendo fotos de Walters que parecían haber sido tomadas en el granero abandonado de Illinois poco antes de que fuera asesinada.
En algunas de las imágenes, la joven de 14 años estaba desnuda y se apreciaba como Rhoades le había afeitado el vello púbico. En otras, la joven estaba vestida, vistiendo de negro con tacones altos. La adolescente aparecía extremadamente asustada.
Después de torturar a Walters durante al menos dos semanas, Rhoades decidió atormentar a la familia llamando a su padre, tanto a su casa como al trabajo, para burlarse de su hija desaparecida. Aproximadamente un mes después de la desaparición de la chica, su padre recibió llamadas telefónicas anónimas que fueron rastreadas en ciudades de Texas y Oklahoma, donde los federales determinaron posteriormente que Rhoades estaba trabajando en el momento en que se hicieron.
La historia era cada vez más tremenda conforme fue avanzando la investigación. Las autoridades también hablaron con una mujer de Texas de 18 años que describió haber sido secuestrada, violada y torturada por el mismo hombre en el transcurso de dos semanas, lo que indicaba que al camionero le gustaba abusar de sus víctimas durante largos períodos de tiempo. Sin embargo, al igual que con Veselka, no tuvo la oportunidad de asesinarla porque la mujer escapó.
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