Una de las leyendas más aterradoras de Barbados (idílica isla de las Antillas situada entre el Mar Caribe y el Oceáno Atlántico) comenzó a escribirse en 1808, luego que la familia inglesa Chase adquiriera una cripta en el cementerio de Christ Church Parish, un viejo
campo santo colonial ubicado en una de las colinas de la costa sur de la isla.
El panteón, por cierto, estaba sellado por una maciza puerta de mármol y había sido construido bajo tierra en 1724 , y ya tenía a un cadáver reposando en su interior, la señora Thomasina Goddard, quien había sido sepultada allí en 1807, un año antes que la cripta fuera comprada por la familia Chase. Esta familia, por cierto, no era muy querida en la isla, debido al carácter despótico y tiránico del cabeza de familia, el coronel Thomas Chase, quien presuntamente solía maltratar a sus esclavos y a sus propios parientes.
En 1808 el panteón se abrió de nuevo para recibir el cuerpo de la hija de Thomas Chase, Mary-Anne Chase, de dos años de edad, quien fue enterrada en la cripta en un ataúd de plomo pesado. En julio de 1812, el que falleció fue su hermano mayor, Dorcas Chase, quien se habría dejado morir de hambre en su habitación debido a los presuntos malos tratos de su progenitor. Cuando se abrió la cripta para dejar el féretro dentro, los asistentes pudieron comprobar que el ataúd de Mary Anne había sido movido hacia un rincón, mientras que el de la señora Goddard estaba en la pared opuesta. De inmediato se procedió a colocar otra vez los ataúdes en sus respectivos lugares y a cerrar la tumba de nuevo.
En agosto de 1812, un mes después de la muerte de Dorcas, fue el propio coronel Thomas Chase el que murió –al parecer por su propia mano-, siendo enterrado en un ataúd de metal tan pesado (100 kilos) que tuvo que ser movido por ocho hombres. Cuando se desplazó la enorme losa de mármol de la cripta para entrar el ataúd de Thomas Chase, todos los presentes quedaron sorprendidos: el ataúd de Dorcas Chase se encontraba misteriosamente en posición vertical y contra una de las paredes, mientras que el ataúd de la pequeña Mary Anne se había movido hacia la pared. Muchos pensaron que el incidente había sido causado por vándalos, así que los ataúdes volvieron a ser recolocados, mientras que se colocó en la entrada de la cripta una losa mucho más pesada para disuadir a los potenciales intrusos.
Todos estos sucesos se olvidaron aparentemente hasta el año 1816, cuando otro miembro de la familia Chase, Samuel Brewster Ames Chase, también fue enterrado. Sin embargo, los presentes no tuvieron que esperar mucho para descubrir otro tétrico hallazgo: los ataúdes del coronel Chase y sus hijos habían sido retirados de sus nichos y puestos boca abajo en el suelo, apoyados en una pared. En ese momento la macabra fama del panteón Chase comenzó a extenderse por toda la isla de Barbados. Algunos comenzaron a hablar de magia negra y fantasmas, mientras que otros opinaban que, derechamente, la cripta de la familia Chase estaba maldita.
Estos extraños sucesos llamaron la atención del gobernador de Barbados de la época, Stapleton Cotton, primer vizconde de Combermere, quien ordenó una inspección minuciosa del panteón para encontrar cualquier evidencia o indicio que explicara el inexplicable enigma de los ataúdes. La investigación no arrojó luz alguna y los ataúdes volvieron a ser colocados en sus posiciones originales. El gobernador Cotton, para prevenir en el futuro hechos semejantes, ordenó cubrir el suelo con una arena fina y blanca, para que quedasen marcadas las pisadas de quien quisiera entrar a la cripta a profanar los ataúdes. Además, dejó caer varios objetos de valor en la misma arena y colocó una nueva cerradura en la puerta, cuya losa de mármol fue sellada con una capa de yeso y piedras. Finalmente, lacró la tumba con su propio sello personal -su anillo- en el cemento húmedo para desalentar a los vándalos e intrusos.
8 meses más tarde el gobernador Cotton ordenó la reapertura del panteón para comprobar que nadie había entrado. Lo primero de lo que se percataron fue que el sello en el mortero estaba intacto. Sin embargo, cuando desplazaron la gran losa de la cripta, descubrieron con estupefacción que el ataúd del coronel Thomas Chase había sido colocado contra la entrada de mármol, como si alguien o algo hubiera intentado impedir la entrada al lugar. Los funcionarios tardaron mucho tiempo en mover la losa completamente y, cuando por fin lo hicieron, comprobaron que el resto de los ataúdes habían vuelto a moverse. El féretro de Mary-Anne había sido movido contra una pared con tal fuerza que una de las esquinas estaba rota. El de Dorcas, en tanto, estaba roto y con uno de sus huesos asomando, mientras que los demás ataúdes habían sido colocados en el suelo, de pie y boca abajo. Sin embargo, para estupefacción de todos los presentes, el recubrimiento de arena blanca en el suelo estaba intacto: no se veía la más mínima huella y todos los objetos de valor que habían sido dejados allí estaban en su sitio. Además, no había rastro de inundaciones, sin mencionar que era totalmente imposible que cualquier persona hubiera podido escapar del panteón con un gran ataúd bloqueando el acceso.
En 1819 fue Thomasina Clarke quien fue sepultada en el panteón de la familia Chase y, cuando se abrió el panteón, se descubrió de nuevo que todos los ataúdes se encontraban descolocados. El gobernador Nathan Lucas, quien entró al panteón para comprobar este hecho, relató que “examiné los muros, el arco y toda la bóveda: todo era igualmente antiguo; un albañil, en mi presencia, golpeó minuciosamente el suelo con un martillo: todo era sólido. Confieso que no puedo explicar los movimientos de esos ataúdes de plomo. Ciertamente, no se trata de ladrones, y en cuanto a alguna broma pesada o un truco, hubiese sido necesaria la participación de demasiada gente y el secreto hubiera sido descubierto; y en cuanto a que los negros hayan tenido algo que ver, su miedo supersticioso a los muertos y a todo lo que con ellos se relaciona, excluye cualquier idea de esa clase. Todo lo que sé es que ocurrió y que yo fui testigo del hecho”.
La fama del caso de los ataúdes que se movían solos en la isla de Barbados llegó incluso a Gran Bretaña. El famoso escritor Sir Arthur Conan Doyle, creador del mítico detective Sherlock Holmes, tras conocer los pormenores del caso, aventuró que las fuerzas sobrenaturales se habían manifestado como protesta por haber hecho los ataúdes de plomo, ya que ello impedía la rápida descomposición de los cadáveres. Lo único cierto es que algunos años después las autoridades decidieron vaciar la cripta de la familia Chase y trasladar todos los féretros a una nueva ubicación. El panteón Chase todavía existe en la actualidad y continúa sembrando el temor entre los visitantes que tienen el valor de asomarse en los barrotes de su siniestra puerta.
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